El diseñador tiene usuarios. El artista, espectadores; pero ambos son consumidores.
El diseñador es un manipulador de emociones. El artista también lo es.
El diseñador manipula conscientemente. El artista, sin embargo, guiado por el corazón.
Pero ambos moldean las emociones del consumidor.
El diseñador manipula para comunicar un mensaje publicitario, y vender un producto.
El artista manipula por vocación y de forma innata, para compartir un trocito íntimo de una visión personal, y no pretende vender nada.
A veces los diseñadores tratan de convertir obras de arte en objetos de diseño. La mayoría de las veces, fracasan en el proceso.
Pero cuando lo consiguen, asistimos al nacimiento de algo que marca un antes y un después: es cuando presenciamos la intersección entre arte y ciencia, entre corazón y mente, y el resultado puede llegar a ser tan excepcional que incluso arañe las capas cognitivas de los consumidores.
Y entonces es cuando nosotros, los consumidores, dejamos de ser usuarios y espectadores, y pasamos a ser seguidores y fans de esos creadores.
Y entonces, sólo entonces, es cuando podemos decir que se ha alcanzado la excelencia, y que se ha hecho una mella en el universo.
Aïssa López
09 de Abril de 2014
(publicado originalmente en www.aissalopez.com)